El estiércol es el excremento de animales herbívoros, principalmente vacuno, ovino, caprino y equino, que ha sido la base de la fertilización agrícola durante milenios. Su uso se remonta a los inicios de la agricultura, cuando los primeros agricultores descubrieron que los suelos donde pastaban los animales producían mejores cosechas.
El estiércol representa la forma más antigua de fertilización conocida por la humanidad. Las civilizaciones mesopotámicas, egipcias y romanas ya documentaban su uso sistemático para mantener la fertilidad de los suelos agrícolas.
Durante la Edad Media, el manejo del estiércol se perfeccionó con la rotación de cultivos y la integración ganadería-agricultura, sentando las bases de la agricultura sostenible tradicional.
Con la llegada de los fertilizantes químicos en el siglo XX, el uso del estiércol declinó. Sin embargo, la agricultura ecológica moderna ha revalorizado su importancia como enmienda orgánica integral.
No todos los estiércoles son iguales. Cada tipo tiene características específicas según el animal de origen, su alimentación y manejo.
Es el más común y equilibrado. Rico en materia orgánica y con una relación carbono-nitrógeno favorable para el compostaje. Su textura permite una buena aireación durante la descomposición.
Más concentrado en nutrientes que el vacuno, especialmente en nitrógeno y potasio. Su textura granular facilita la aplicación, pero requiere mayor cuidado en las dosis.
Contiene más fibra debido a la dieta de los caballos. Es excelente para mejorar la estructura del suelo, especialmente en suelos arcillosos pesados.
Muy rico en nitrógeno y fósforo, pero requiere un compostaje muy cuidadoso debido a posibles problemas sanitarios y de olores.
La composición del estiércol varía considerablemente según múltiples factores, pero generalmente aporta los tres macronutrientes principales y abundante materia orgánica.
Aporta micronutrientes como calcio, magnesio, azufre y oligoelementos, aunque en concentraciones menores que fertilizantes especializados como el humus de lombriz.
Contiene nitrógeno, fósforo y potasio en proporciones variables, generalmente con predominio del nitrógeno. La disponibilidad de estos nutrientes depende del grado de compostaje.
El estiércol aporta grandes cantidades de materia orgánica que mejora la estructura del suelo, aumenta su capacidad de retención de agua y favorece la actividad biológica.
El estiércol compostado mejora significativamente la estructura del suelo, aumentando su porosidad, capacidad de retención de agua y facilitando el desarrollo radicular.
Es una de las mejores fuentes de materia orgánica estable, fundamental para mantener la fertilidad del suelo a largo plazo.
Aporta microorganismos y sirve de alimento para la fauna del suelo, aunque en menor medida que el humus de lombriz fresco.
El estiércol fresco no debe aplicarse directamente a los cultivos debido a riesgos sanitarios y posibles quemaduras. Requiere un proceso de compostaje adecuado.
El estiércol mal compostado puede contener patógenos peligrosos como E. coli, Salmonella o parásitos intestinales, especialmente problemático en cultivos de consumo directo.
Frecuentemente contiene semillas de malas hierbas que pueden germinar en el cultivo, creando problemas de competencia y manejo.
La composición nutricional del estiércol es muy variable y difícil de estandarizar, lo que complica el cálculo de dosis precisas.
Incluso bien compostado, puede generar olores desagradables y atraer moscas e insectos, especialmente en aplicaciones de jardines urbanos.
Las dosis varían según el tipo de cultivo y la calidad del estiércol, pero generalmente se aplican entre 2-5 kg por metro cuadrado.
Es preferible aplicarlo en otoño o invierno, antes de la siembra, para que se integre completamente con el suelo.
Debe incorporarse al suelo mediante laboreo para evitar pérdidas de nutrientes por volatilización y facilitar su descomposición final.
Aunque el estiércol es una enmienda orgánica valiosa, el humus de lombriz presenta ventajas significativas: está libre de patógenos, no contiene semillas de malas hierbas, tiene una composición más equilibrada y predecible, no genera olores desagradables y aporta microorganismos beneficiosos vivos. Además, el humus de lombriz no requiere largos períodos de compostaje y puede aplicarse directamente sin riesgos. Mientras que el estiércol es principalmente una enmienda de materia
orgánica, el humus de lombriz es un fertilizante completo y bioactivo.
Aunque el estiércol es un subproducto natural de la ganadería, su calidad y disponibilidad están ligadas a las prácticas ganaderas. La ganadería intensiva puede generar estiércoles con residuos de antibióticos o químicos. El humus de lombriz, producido mediante lombricultura controlada con materias primas seleccionadas, ofrece mayor garantía de pureza y sostenibilidad ambiental.
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